lunes, 1 de abril de 2013

Marie-Thérèse: fortuna crítica

Picasso y Desnudo, hojas verdes y busto. Fotografía de Cecil Beaton
Marie-Thérèse es sin duda la más perfecta de las musas de Picasso. Ella fue la más lozana, la más dulce, la más fiel, la más pura.

Su ingenuo erotismo y apasionada entrega brindan un nuevo aliento al genio de Málaga, quien da una vuelta a su visión de lo femenino en una renovada explosión de color, hasta ese momento castrado por la crisis matrimonial con Olga Kohkhlova. Así, esta relación es el baluarte, como ya hemos visto, de uno de los períodos más fértiles de Picasso; pinta, esculpe, escribe poemas y realiza grabados a un ritmo de producción locomotor. Y ella siempre en el cuadro, durmiendo, recostada en el sofá, tumbada en el césped o leyendo, siempre en esa voluptuosidad a todo color que fascinó, durante un tiempo, al pintor.

Incluso dice Picasso que Marie-Thérèse le salvó la vida al conocerle, y sin embargo, no podemos decir lo contrario, pues como si hubiera embaucado por siempre a la joven, a los cuatro años de su muerte, ella se ahorcó. Este final trágico no suele tener importancia alguna en la literatura sobre Picasso o su relación con Marie-Thérèse pues casi todos los textos se centran más bien en idealizar ese amor loco que se tenían, y especialmente contados aspectos de la gran musa.
Estos son en suma, la lozanía e ingenuidad propias de una bella chica de 17 años, que ignoraba quién era Picasso, que por entonces tenía 45. Así, la joven sueca se embarcó el intenso idilio amoroso que terminaría con el nacimiento de Maya, la hija de ambos y la aparición de otra mujer, Dora Maar. Aunque Picasso nunca se casó con ella y la relación de facto terminó en 1935, siguió haciéndose cargo de su manutención y las visitaba de vez en cuando.

Grabado de la serie Minotauromaquia (1936)
Llegado a este punto, nos preguntamos qué ocurrió con la lozanía de Marie-Thérèse cuando ella se enteró que estaba con otra mujer, y más tarde con otra y otra. Qué fue también de esa voluptuosidad cuando envejeció, ¿Se habría prendado Picasso de ella si la hubiera encontrado con 45 años?
Traemos todos estos posibles al texto para crear la incomodidad necesaria de una reflexión, pues creemos ver de nuevo, y en este caso de una forma prístina y estereotípica, la imagen de la mujer-objeto. La musa sin mirada ni palabra que sólo puede prestar cuerpo a su amante. Picasso decía de ella que era la mujer inconformista que cambia de vida y de ideas obedeciendo a su instinto, en contraposición a su esposa Olga. Sin embargo, nosotras apuntamos al opuesto, creemos que Marie-Thérèse fue la (no)esposa fiel que tras ser poseída por el pintor nunca pudo recuperar su existencia. Picasso fue para ella la sordera vital, que le impidió siquiera concebir otras posibilidades de vida.
Es la imagen de mujer-niña, que queda perfectamente representada en los grabados de la serie La minotauromaquia (1936), época en la que aparece un nuevo alter-ego de Picasso, el minotauro. Este yo autoficcionado no es sin duda casual, sino el binomio necesario para esa mujer niña que acabamos de mencionar. Sobre la mujer pura hallamos al hombre ferozmente dominante, que busca en su pareja poseer esa pureza-ignorancia que él nunca podrá tener. 
Así Marie-Thérèse pasa a la Historia del Arte como el atributo perfecto de Picasso, como el premio que le hace hombre, su ovillo de Ariadna.

1 comentario:

  1. Acabo de ver un documental de la BBC y llego hasta aquí completamente de acuerdo con tu punto de vista, gracias por escribir.

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