Dora Maar
tuvo una activa y prolífica vida antes de conocer a Picasso. Estudió en la
Academia de Fotografía liberal de París, se codeó con importantes
personalidades de la fotografía: Harry Meerson, Pierre Keffer y George Bataille
entre otros, trabajó en revistas de moda
como Madame Fígaro, consiguió
introducirse en el mundo surrealista y documentó la realidad social de ciudades
como Barcelona, Londres y Paris.
Las piernas. |
En 1936
comienza su relación con Picasso. Poco después ya se podía intuir un cierto
tono de desesperación y dramatismo en la correspondencia que Dora le envía a su
amado. Posiblemente, comenzaba a intuir sus infidelidades y temía que la
abandonase por sus ataques de celos: ‘’Perdóneme esas escenas; no se lo tome en
serio, mejor reír, y trataré de
corregirme’’. Tras estas débiles y sumisas palabras es complicado imaginarse a
una mujer de fuerte carácter, inteligente e independiente, que tanto solía
caracterizarla. Animada por Picasso abandona la fotografía, aquello en lo que
comenzaba a ser relevante, para abrazar la pintura y convertirse en una pintora
mediocre.
Picasso
consiguió extraer hasta el último reducto de personalidad y creatividad que
Maar conservaba; su mirada crítica, su sensibilidad y su pasión por la
fotografía, estuvieron sentenciadas el día que conoció al maestro.
Naturaleza muerta, 1947. |
Intentamos
pensar qué hubiera sido de Dora Maar si no hubiera conocido a Picasso, y nos
preguntamos si habría sido reconocida por sus propios logros... La crítica de arte Victoria
Combalía, una de las mayores conocedoras de la vida y obra de Maar, llevó a
cabo en mayo de 2002 una gran exposición retrospectiva de su obra, en el Centro
Cultural Tecla Sala de L’Hospitalet de Llobregat. Organizada por ámbitos temáticos,
incluye más de 150 fotografías procedentes de más de 70 colecciones públicas y
privadas, tanto de Europa como de Estados Unidos.
Un intento
según Combalía, de ‘’restituir el lugar que le corresponde dentro de la
fotografía de los años 30 en Europa, con una calidad similar a la de
Cartier-Bresson’’.
Retrato de perfil con vasos y sombrero, 1930. |
Maria Soto
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