Retrato de Jacqueline Roque, 1954 |
Jacqueline
Roque es la más odiada de las musas de Picasso. Dicen que fue la que encerró al
minotauro, la que prohibió la entrada de sus herederos a su funeral. Quien
aisló a Picasso hasta su muerte.
Frente
a todos estos comentarios, encontramos el libro de Pepita Dupont, La vérité sur
Jacqueline et Pablo Picasso, escrito en 2007 por una buena amiga de Jacqueline.
El objetivo de este libro es “defender” a la última amante de Picasso de las
acusaciones anteriores.
Citamos
aquí literalmente un pasaje del libro de Dupont:
“Pero
Jacqueline fue muy sensual, y con Picasso la química era inmediata. Había una
fuerte complicidad, amor y erotismo. Y en ella, Picasso encontró todo lo que un
hombre busca en una mujer: ella era al mismo tiempo su amante, su madre, su
hermana, su cómplice y su musa”
Desde
nuestro punto de vista, lejos de defenderla, Dupont legitima o justifica aquí la
mala fama de Jacqueline. Dice entonces que ella era “todo lo que un hombre
busca en una mujer”, y a continuación cita la retahíla habitual de tópicos
propios del pensamiento misógino. La mujer que tiene que ser todo para su
marido, pues ella por sí misma no es nadie. Su existencia sólo cobra sentido al
ser en, su objetivo es convertirse en
el perfecto atributo del hombre, y el amor que sienta hacia él debe ser
enfermizo e incondicional. En un sucio juego freudiano se nos educa para
recoger el testigo de la madre cuando esta ya se ha hecho demasiado mayor para
encargarse del hombre
Y
qué curioso aun así que asumiendo numerosos roles-responsabilidades y cuidando
al hombre (porque una buena mujer cuida a
su hombre), la mujer es el sexo débil, la que necesita protección. Una protección
por la que pagamos un precio muy caro, incluso el más alto posible. Y después
de todo, la única virtud de Jacqueline, como la de todas las musas de Picasso
(excepto la audaz Françoise) fue aguantar. Aguantar a Picasso y sus desmanes,
infidelidades, manipulaciones, maltratos.
Tan
sólo hay que atender a lo que le dijo Picasso a Jacqueline al entrar en su casa
tras haberse casado: “Has entrado en sacerdocio, me llamarás monseñor”. Estas
dementes palabras no dejan ver sino la terrible carencia emocional que tenía el
genio de Málaga, comportamiento enfermo que llevó a sus amantes a la locura, o
al suicidio como en el caso de Jacqueline, quien en 1986 se pegó un tiro.
De
nuevo se repite entonces el rol de minotauro (cuando se conocieron él tenía 71
años y ella 27) por el que Picasso anula completamente a la mujer que tiene a
su lado y la somete hasta las últimas consecuencias, pues recordemos que su
frase favorita era: "Yo, Picasso".
Autor extraordinario, llegó a un dominio pictorico de tecnica novedosa. Su nombre es conocido a nivel mundial. Si vida privada, es la que fue. Lo que importa es su legado.
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