viernes, 8 de marzo de 2013

Olga Khokhlova en la obra de Picasso


Retrato de Olga en un sillón, 1917

La entrada de Olga Koklova en la vida del pintor malagueño supone un cambio altamente notable en su obra. Picasso deriva desde el mundo de la abstracción a un clasicismo que puede ser considerado conservador, muy cercano a las pinturas de Ingres. Este conservadurismo tendente a lo clásico se puede ver también en la propia personalidad de Olga, quien a pesar de trabajar en una de las compañías de ballet más vanguardistas del momento, es una mujer de mentalidad burguesa, que persigue escalar puestos hasta la cúspide social, siendo uno de los motivos por los que se interesa por Picasso desde el primer momento, ya famoso y rico pintor. Así, durante los años que dura su matrimonio (de 1917 a 1929), la pareja vive en un mundo de lujo y postura -el deseado por Olga- hasta que Picasso conoce a los surrealistas, y a través de ellos consigue salir de ese engolado círculo, dando rienda a toda la frustración acumulada mediante la liberación del subconsciente.
Retrato de Olga Koklova, 1923
A través de la centena de retratos que el pintor realizó de Olga, podemos vislumbrar varios hechos; el mencionado anteriormente, ese estilo mucho más clásico que vuelve con entusiasmo la atención a la figura humana, pero también la omisión de la “verdadera” Olga en el cuadro. Como podemos observar los retratos de 1917 y 1923, la modelo tiene un aspecto lánguido y decaído, casi ausente. Estos rasgos de ninguna manera concuerdan con esa mujer dominante, altiva y ambiciosa de la que nos hablan las fuentes, por lo que puede suponerse que de nuevo la visión misógina, cosificante de Picasso es la que impera en el retrato. La mirada de Olga no es la suya, sino el genio malagueño mirándose a sí mismo a través de su objeto de deseo.

Olga con Mantilla, 1917
Sin embargo, en Olga con mantilla (1917) sí que aparece con una expresión más insatisfecha, seria e incluso tozuda, menos idealizada que en los retratos anteriores. Algunos de los biógrafos de Picasso han remarcado este hecho, incluso Patrick Obrian en Pablo Ruiz Picasso: A Biography dice que “comparada con algunos de los retratos posteriores, se da la curiosa circunstancia de que la modelo no está idealizada; se ven claramente los tensos rasgos de la arpía”. Este comentario es otra muestra de la necesidad por la que nace este blog, pues carece de toda justicia ese casi insulto hacia la bailarina, denostada por tener una personalidad dominante, legítimamente masculina.

Así pues, si ponemos un poco de atención, este comentario aparentemente inofensivo, remite a un pensamiento que se extiende y repite a lo largo de la historiografía del arte, (sólo debemos leer en qué consideración se tiene a Gala Dalí) en el que la mujer sólo es aceptada como objeto, nunca como ser activo e incluso dominante.

3 comentarios:

  1. Debió de ser una mujer muy fuerte y muy independiente considerando que provenía de una familia de alto rango social y sin embargo, salió con la suya y se hizo bailarina en una época que este tipo de actividades artísticas eran "prohibidas" para las mujeres de buenos modales. El retrato de 1917 no capta de ninguna manera una arpía sino una mujer con determinación capaz de forjar su destino.Muy acertado el punto sobre Patrick Obrian!

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  2. Muchas gracias por el comentario Marina, realmente hay que ir con cuidado sobre lo que leemos, intentar forjar una visión crítica. Un abrazo!

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